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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Juana de IBARBOUROU


JUANA DE IBARBOUROU







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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  Poetas incluidos
    De la H a la K
  Antólogos
   

BIOGRAFÍA.
Melo, Cerro Largo (Uruguay), 1892 - Montevideo, 1979. Juana de Ibarbourou (Juana Fernández Morales) recibió las más altas distinciones de casi todos los países del continente, y en fin, en 1929, en el Palacio Legislativo, el título de "Juana de América", en una apoteósica ceremonia presidida por el poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín y el escritor mexicano Alfonso Reyes. De ella, dijo Gabriela Mistral: "Su misterio es el peor de todos, es el de lo luminoso, no el de lo sombrío". Sus últimos años, los pasó recluida en su casa por propia voluntad. Escribió teatro para niños, ensayos breves y memorias. Sus obras se recogieron en varias antologías. Libros de poesía: Las lenguas de diamante (1919), El Cántaro fresco (1920), Raíz salvaje (1927), La Rosa de los Vientos, Loores de Nuestra Señora (1934), Perdida (1950), Romances del destino (1955), Oro y tormenta (1956), La pasajera (1967); también Elegía, Diario de una isleña, Diludiums y páginas sueltas, que fueron recogidos junto a los anteriores, en sus Obras completas (1968).


LA CITA

Me he ceñido toda con un manto negro.
Estoy toda pálida, la mirada estática
Y en los ojos tengo partida una estrella.
¡Dos triángulos rojos en la faz hierática!

Ya ves que no luzco siguiera una joya,
Ni un lazo rosado ni un ramo de dalias.
Y hasta me he quitado las hebillas ricas
De las correhuelas de mis dos sandalias.

Mas soy esta noche, sin oros ni sedas,
Esbelta y morena como un lirio vivo.
Y estoy toda ungida de esencias de nardos,
Y soy toda suave bajo el manto esquivo.

Y en mi boca pálida florece ya el trémulo
Clavel de mi beso que aguarda tu boca.
Y a mis manos largas se enrosca el deseo
Como una invisible serpentina loca.

¡Descíñeme, amante! ¡Descíñeme, amante!
Bajo tu mirada surgiré como una
Estatua vibrante sobre un plinto negro
Hasta el que se arrastra, como un can, la luna.

(De Las lenguas de diamante)


LA HORA

¿De qué raso, Potencias, cómo era
La celeste muchacha adolescente
Que se me irguió un día de la frente
Para llamarse siempre primavera?

Sólo me queda ya la luz morada
Del ocaso que en junio llueve hielo.
Y que no busca el esplendor del cielo,
Sino el descanso tibio de la almohada.

Cada ensueño más lento en breve sueño,
Sin países, jardines, ni el empeño
De recorrer los mundos más distantes...

La flor que corto empieza a ser nocturna.
No tendré nunca más la flor diurna,
Que era mi pectoral de oro y diamantes.

(De La pasajera)


COMENTARIOS
La ausencia, la muerte o el tiempo, no han logrado socavar la admiración por aquella muchacha esplendorosa que supo decir versos tan luminosos y sinceros. Desde su primer libro, Juana de Ibarbourou seduce con la fidelidad de una palabra viva que afirma la gracia franca de su juventud, y traduce la intensidad de su vivencia amatoria con natural erotismo. Ya en la adultez, se aprecia en sus poemarios un hondo cansancio de vida y su canto ahora sereno, es tristemente profundo. Junto a Delmira Agustíni y María Eugenia Vaz Ferreira, conforma la trilogía femenina más prestigiosa de la poesía uruguaya. (Marta de Arévalo)