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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Claudio RODRÍGUEZ


Claudio RODRÍGUEZ







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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BIOGRAFÍA.
Zamora (España), 1934 - Madrid, 1999. Lic. Filología Románica. Profesor universitario (GB, E) Español, Literatura. Miembro de la Academia Española. Poemarios: Don de la ebriedad (1953), Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), Poesía, 1953-1966 (1971), El vuelo de la celebración (1976), Antología poética (1980), Desde mis poemas (1983), El robo (1983), Claudio Rodríguez (1984), Claudio Rodríguez para niños (1988), Casi una leyenda (1991), Poesías escogidas (1992), Hacia el canto (1993), Poesía completa, 1953-1991 (2001). Sobre su obra: VV.AA: CR, visión y contemplación (1996); Prieto de Paula,Angel Luis: La llama y la ceniza. Introducción a la poesía de CR (1989). Premios: Adonais (1953), Crítica (1965), Nacional (1983), Regional Castilla y León (1987), Principe de Asturias (1993), Reina Sofía (obra) (1995).


AJENO

Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y curo del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.


COMENTARIO
Claudio Rodríguez es uno de esos raros autores que ostenta la mejor doble condición que poeta alguno pueda tener: la de una calidad poética indiscutible y la de ser guía y ejemplo para muchos. No suelen darse juntas tan fácilmente. Se ha dicho de él, y a veces con cierta malicia, que es autor de un solo libro. Este extremo es una suerte de ignorancia más que otra cosa. Cierto que su primer libro, Don de la ebriedad (1953), publicado con diecinueve años, marcó un auténtico hito y resulta tan definitivo y perfecto, ha sido tan estudiado y seguido, que parece eclipsar o hacer secundaria el resto de su obra: nada más falso. Cada vez que los amigos nos reunimos y sale Claudio en la conversación, alguno recita al menos su primer verso: "Siempre la claridad viene del cielo"; y parece que no hubiera escrito nada más. Pero al ver su obra en conjunto, no extensa pero sí intensa, uno sabe que está ante mucho más que un primer libro, que está ante una voz personalísima, redonda, rica en matices reflexivos, de una ternura desbordante, de una ingenuidad buscada, inteligente y bondadosa. Entre lo mucho destacable está su tendencia a la interrogación, presente en muchísimos de sus poemas; y ya se sabe que hacerse preguntas es lo más inteligente del mundo y darse respuestas de lo más estúpido, así que... Desde su fallecimiento, no ha parado de crecer el aprecio por su obra. El paso del tiempo, limpiando la hojarasca que tanto prolifera, seguirá alzando su palabra como una de las más notables del siglo XX. (Enrique Gracia Trinidad)