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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Elvio ROMERO


Elvio ROMERO







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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BIOGRAFÍA.
Yegros (Paraguay), 1926 - Buenos Aires (Argentina), 2004. Después del derrocamiento de Alfredo Stroessner, regresó a su patria de la cual se había ausentado en 1947 para establecerse en la Argentina como exiliado político. Premio Nacional de Literatura de su país (1991) por su libro El poeta y sus encrucijadas y fue Miembro de Número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y socio del PEN Club del Paraguay. Diplomático de la Embajada del Paraguay en la Argentina hasta su fallecimiento. En su vasta producción literaria destacan los poemarios Días roturados (1947), Despiertan las fogatas (1950), El sol bajo las raíces (1952), Esta guitarra dura (1960), Un relámpago herido (1963), Los Innombrables (1973), Destierro y atardecer (1975), Los valles imaginarios (1984) o Flechas de un arco tendido (1993). En 1997 se editó, en el Paraguay, la segunda edición de una Antología con sus mejores poemas.


TREN CON BANDERAS

Era un tren con banderas
aquel tren de mi pueblo; un tren hermoso
como esos trenes hondos que aran la quemadura
de la imaginería popular; tren compartido,
mínimo y desolado por entre cordilleras,
por entre atajos, por entre donde brotan
los pañuelos de adiós del horizonte.

Era un tren con banderas

Cuando avanzaba solo
como arisco alazán por la pradera,
era una clara y lenta respiración del aire,
centella imaginaria de luna y aguacero,
una fiesta ligera de infancia y de colores;
volaba el Viento Norte sobre sus ventanillas,
sus ruedas fulguraban sobre espuelas de rieles,
su silbido era un canto de pájaro de fuego.

La Cruz del Sur, caída,
viajaba en sus furgones. Y lo demás: los frutos
radiosos de la tierra; el violento verano
cernido en los maizales, los arrieros
de las fronteras, el grito seco de las plantaciones;
todo se acumulaba en sus vaivenes: la resolana de enero,
rostros cetrinos y guitarras hondas,
cántaros con serpientes, fugitivos callados,
embarazadas, brisas, bandoleros.

Era un tren con banderas.

El Paraguay entero
cabría en sus vagones, su violencia
y su encendida música; cabrían sus silencios
y su desamparado destino, el afán soterrado
de libertad, su cruz y sus crucifixiones,
la madera olorosa de sus montes cerrados,
su profunda y amarga masticación de muerte.

Era un tren con banderas
y ojos abrasadores; tren orlado
por historias de guerra y rebeliones,
tren cruzado de gritos altos y lejanías,
de sombra y naranjales; una llama
prendida sobre un vértigo dorado,
un tren de lumbre y alba sobre una tierra en celo.

Aquel tren de mi pueblo solitario y profundo
¡era un tren con banderas!


AGUAFUERTE

Sujeto a palos en cruz,
un hombre, quieto,
sobre dos palos en cruz,
con sogas entre los huesos.

Y abajo, el viento.

Acaso atada mi tierra
como un tamborón de cuero
sobre dos palos en cruz.

Y enfrente el viento.

¡Toda la patria en el suelo
sobre dos palos en cruz!

¡Y encima el viento!


COMENTARIOS
La voz de Elvio Romero, cargada de ese matiz nostalgioso impuesto por el desarraigo, llegó a ser la más alta expresión de la poesía paraguaya contemporánea y es reconocida como tal internacionalmente. Elvio Romero fue un poeta convocante de la magia. Su poesía, más allá del perfecto dominio del lenguaje y del colorido de las imágenes, nos produce esa conmoción necesaria para que se cumpla el destino del poeta: lograr la recreación en el ánimo del otro. Pero su obra también está imbuida de su paisaje natal del cual no pudo desprenderse, seguramente por ese recuerdo al que lo obligó el exilio. Desde su voz nos despliega, como si fuera un abanico, la rica gama de su creación en donde se aúnan las metáforas con el ritmo para revelarnos, también, ese mensaje social que siempre aparece en sus poesías. Pero quizá sea ese tono intimista, ese tinte de dulce melancolía que subyace en cada uno de sus poemas, lo que lo signe como un ser privilegiado que supo revertir el dolor del desarraigo en el alto vuelo de la palabra trascendida. (Beatriz Schaefer Peña)